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El martes 26 de febrero de 2019 recibimos una noticia que como familia y a nivel personal se sintió como un balde de agua fría. Estábamos en el consultorio de un neurólogo, estaba obscureciendo, y escuchamos la oración: "Samantha, convulsionaste porque tienes un tumor en el cerebro, está grande, hay que quitarlo para que dejes de convulsionar, puede ser cáncer". El mundo se detuvo. El mundo de Samantha, mi hermana, se detuvo y con el de ella el de todos nosotros. A dos años, siento un profundo agradecimiento con Dios por escuchar nuestras oraciones. Pero también me siento sin rumbo. Todo perdió sentido, sólo quería que mi hermana estuviera viva, sana. Nada más me importo, ni mi carrera profesional, ni mis amigos, ni mi pareja. Hoy, por supuesto, "pago" las consecuencias, no he terminado el doctorado después de 6 años, hablo poco con mis amigos y mi relación de pareja colapsa. En terapia de pareja descubrimos que no tenemos proyecto juntos y eso me llevó a darme cuenta que no tengo idea de como plantear un proyecto de vida con mi pareja porque ni siquiera tengo uno propio y me siento enojada conmigo misma por haber llegado hasta este punto tan inconsciente de el privilegio de vivir, de abrir los ojos y respirar. Quiero reinventarme, reconocerme, volver a amarme, volver a cuidarme y creo que "ordenar" mis ideas y emociones para enfocarlas en algo en común que me ayude a dar verdaderos pasos para salir de este desierto en el que siento que estoy, es una excelente inversión de tiempo, mente y emociones.