La piedra angular de las organizaciones modernas


El Liderazgo Auténtico será la piedra angular que dará soporte e impulso a las organizaciones en el tiempo nuevo. Vivimos una época sin precedente, que exige un cambio drástico de paradigmas y de creencias, así como nuevas perspectivas que retan los alcances tradicionales de la razón. Hemos vivido por siglos bajo el dominio del pensamiento racional y el pragmatismo, donde todo lo que se aleja de la posibilidad de comprobación científica dentro del marco de lo conocido o lo razonablemente posible, se cuestiona, se critica y hasta se ridiculiza. Y de ahí nuestra limitación autoimpuesta, al pretender comprender con la razón lo que es infinitamente más grande que ella.


Además de las “capacidades duras” como conocimientos y habilidades, necesitamos despertar virtudes como confianza, empatía, humildad, transparencia, intuición e imaginación. Para lograrlo, a diferencia del desarrollo de conocimientos y habilidades que puede alcanzarse con puros procesos de aprendizaje, se requiere también de profundos procesos de transformación personal, que deben empezar en los líderes de la organización.

  

La clave de dicha transformación se encuentra en el equilibrio entre las dos fuerzas fundamentales que generan el comportamiento humano: el miedo y el amor. Mientras que el miedo da lugar al interés propio como mecanismo natural y necesario de supervivencia, el amor impulsa la pasión y la benevolencia como vehículos de trascendencia del ser humano. Sin embargo, estas fuerzas no están en equilibrio. Como lo expresa el propio Adam Smith en su famosa obra La Riqueza de las Naciones (1776), el interés propio domina la conducta humana por encima de la benevolencia, y concluye de forma clara y contundente:


“Nunca podrá el interés propio sustituir a la benevolencia como elemento necesario para alcanzar opulencia universal.”


El propio “padre de la economía” reconoce a la benevolencia - el amor- como elemento necesario para alcanzar el crecimiento económico, social y personal que constituyen lo que él llama la opulencia universal. Lograr el balance de estas dos fuerzas - el interés propio y el amor - como impulsores de nuestro comportamiento, será requisito indispensable para cualquier líder en nuestro tiempo. Este es el gran reto que enfrentamos como individuos y como organizaciones en la actualidad.


Pero resulta difícil hablar del amor y la benevolencia en el contexto de una sociedad aún dominada por la razón y el interés propio, por la competencia y el instinto de sobrevivencia. El amor al que me refiero, no es sólo una emoción, sino un estado de ser  capaz de inspirar compasión, empatía y una conexión más profunda entre las personas, lo que puede tener un impacto muy positivo en cualquier organización al fomentar un entorno de respeto, cuidado y comprensión mutuos que mejoran el bienestar y la eficacia en el trabajo.


Aplicado al liderazgo, este concepto puede transformar la manera en que los líderes interactúan con sus equipos y toman decisiones:


  1. Primero, el liderazgo basado en el amor implica una profunda empatía y comprensión hacia los demás. Un líder inspirado por el amor valora las relaciones humanas por encima de las metas puramente materiales o de rendimiento. Esto significa escuchar activamente, mostrar compasión y buscar entender genuinamente las necesidades y preocupaciones de los colaboradores, al tiempo que impulsa su crecimiento y el logro de resultados del negocio mediante la exigencia respetuosa y el apoyo constante.
  2. Segundo, el liderazgo basado en el amor se enfoca en servir y elevar a los demás, en vez de dominar y controlar. En lugar de una jerarquía rígida, se fomenta una cultura de apoyo mutuo y servicio donde cada miembro del equipo se siente valorado y motivado para contribuir al máximo.
  3. Tercero, este enfoque promueve la autenticidad y la transparencia. Al liderar con amor y compasión, se alienta a los líderes a ser genuinos en sus interacciones, creando así un ambiente de confianza, respeto y colaboración.
  4. Por último, el liderazgo basado en el amor también implica una conexión con valores más profundos y un propósito más allá de las ganancias económicas. Al alinear las metas de la organización con principios éticos y humanitarios, se crea un sentido de propósito compartido que puede inspirar y motivar a todo el equipo, fortaleciendo el sentido de pertenencia y compromiso de los colaboradores.


Lo anterior no es solo conceptos, sino un estado de Ser como se mencionó, que requiere de un proceso continuo de transformación personal. El primer paso para realizar una verdadera transformación es la disposición para observar, cuestionar y ampliar nuestra perspectiva personal de la vida, nuestra percepción de la realidad. Como dice Iris Murdoch (1919-1999):


“Vivimos en un mundo de fantasía, un mundo de ilusión. La tarea más grande de la vida es encontrar la realidad.”


La realidad no es lo que parece; podemos pensar que conocemos el mundo que nos rodea, pero en realidad sólo vemos una versión distorsionada por nuestra propia mente. William Blake lo expresa con gran maestría y claridad: (El matrimonio del cielo y el infierno, - 1790)

“Si las puertas de la percepción se abrieran, todo aparecería ante los hombres tal cual es: infinito.”


Nuestra percepción de la realidad está afectada por nuestros propios condicionamientos y creencias, vemos lo que queremos ver y creemos en lo que queremos creer, construyendo un mundo de nuestra propia manufactura. Aunque el mundo físico existe, no es absolutamente real; es un constructo moldeado por nuestros sentidos y percepciones, limitado por los nombres y formas que damos a los objetos. Ese mundo no es la realidad, sino una proyección de nuestra mente. Es una percepción subjetiva e incompleta, que representa sólo una pequeña parte de lo que realmente existe. Para poder percibir la verdadera realidad, tenemos que reconocer las limitaciones de los sentidos y la naturaleza subjetiva de la percepción, y así poder ampliar nuestra percepción más allá del mundo físico.


Nuestros cuerpos y mentes son creaciones milagrosas, sistemas complejos que sostienen la vida y lo que permite la existencia de esta perfecta armonía es la conciencia, una fuerza que define y dirige todos los procesos en nuestro cuerpo, permitiendo la existencia y conectándonos con nuestro entorno. Esta misma inteligencia está presente en todo el universo, orquestando todos los procesos que componen el cosmos. 


Para ver el mundo como realmente es, tenemos que limpiar las ventanas de nuestra percepción, aprender a soltar nuestras preconcepciones y elevarnos a las infinitas posibilidades del universo. Sólo entonces nos acercaremos a la comprensión de la realidad y nuestro lugar en ella. 


Pero no es fácil soltar preconcepciones y creencias con las que hemos conformado nuestra propia identidad y seguridad a lo largo de toda una vida. Para ello, el famoso autor Carlos Castaneda, autor de Las Enseñanzas de Don Juan entre otras obras, nos invita a no darnos tanta importancia, a través de lo que él llama la locura controlada - una actitud de ligereza y desapego ante las muchas ilusiones que enfrentamos cada día, sin tomar tan en serio nuestras creencias y percepciones. Así, nos liberamos de las limitaciones impuestas por nuestros propios constructos y nos disponemos hacia un nuevo sentido de apertura y curiosidad que nos libera de perspectivas rígidas y limitantes. Este método, según Castaneda, no es una forma de disociarse de la realidad, sino un mecanismo para involucrarnos más íntimamente con ella. Cuando nos damos cuenta de que mucho de lo que vemos es tan solo un sueño o un espejismo, podemos empezar a cuestionar nuestras suposiciones y buscar posibilidades frescas para percibir y existir en el mundo.

“La realidad es revelada a aquellos que creen no saber, y escondida para aquellos que creen saber.” 


El verdadero conocimiento no es adquirir información sobre apariencias, sino el conocimiento por identidad, es decir, reconocernos uno con todo lo que vemos. Esto implica ver con la luz del corazón, no con las memorias y razones de la mente. Tenemos que aprender a ver más allá de la ilusión de la multiplicidad y mirar con la luz del ser que irradia a través de todos nosotros. Esto suena ilusorio para la mente dominada por la razón. Entender la realidad no se trata de un puro conocimiento racional, sino de una transformación que nos lleve a superar los límites autoimpuestos por creencias y percepciones que nos han dado seguridad y mantenido en nuestra zona de confort. Para entender nuevas facetas y dimensiones de la realidad, la transformación interior que nos lleve a integrar razón y corazón, masculino y femenino, humanidad y divinidad, es esencial. 


Para alcanzar este objetivo, es imperativo desarrollar estrategias internas que fusionen la racionalidad con la intuición y la certeza con la imaginación, además de emplear otras herramientas que nos permitan transformar nuestra percepción. El sufrimiento prolongado a menudo resulta de una percepción inmovilizada, anclada a limitaciones ya existentes y a juicios de nosotros mismos que hacemos inconscientemente. Se presentan dos caminos: podemos enfocarnos en cambiar estas limitaciones, lo cual conllevaría una inevitable transformación de la identidad que hemos construido en nuestra zona de confort y seguridad, o podemos optar por preservar el statu quo, perpetuando así las limitaciones y el sufrimiento que estas implican.


Pero, ¿cómo podemos liberarnos del estado del ser donde nos encontramos atrapados y que no nos permite ver claramente? 


Lo primero es transmutar los pensamientos y creencias, cambiando ese diálogo interno que es inconsciente y continuo. Empieza por darte cuenta de tu propio diálogo interno a través de un esfuerzo intencional y constante de auto observación, que te permita identificar y cambiar afirmaciones subconscientes como “no creo poder” por “soy capaz”, o “eso no es para mí” por “soy digno y merezco lo mejor”. Es necesario condicionar positivamente a la mente a través de la repetición consciente, de la misma forma que esta fue condicionada inconsciente y negativamente a través de la repetición durante toda tu vida.

Las revelaciones no vienen de fuera sino de dentro. Los dioses que adoras, los miedos que te acechan, los gozos que te alientan, todo existe dentro de ti y emerge de tu propia conciencia. La llave de tu liberación está dentro de ti, con el poder de moldear tu destino y el de aquellos que te rodean. Y este es el llamado central para el líder del nuevo tiempo, que empieza en el trabajo profundo consigo mismo.