El arte de la contemplación


La contemplación es uno de los tres caminos clásicos de la búsqueda de la verdad en las tradiciones místicas orientales, siendo el delicado balance entre las otras dos: la concentración y la meditación. La contemplación toma prestados elementos de ellas. En algunos aspectos, la contemplación es un camino olvidado. Debido a que es menos fácil de definir que la meditación y la concentración, a veces parece un camino más nebuloso, y esta es su única desventaja.


Sin embargo, cuando se entiende y practica correctamente, es un camino menos extremo que los otros dos y puede ser particularmente adecuado para la práctica cotidiana de la vida actual del líder.


La contemplación es un enfoque más suave y lúdico que la concentración, y no presiona demasiado en ninguna dirección. Presupone que el avance sólo puede ocurrir en un estado de relajación y juego. Hay una historia muy conocida sobre el Buda al escuchar a un músico. Él le dijo que si aprietas demasiado la cuerda de tu instrumento, se puede romper, pero si la tienes demasiado floja, no tocará música. De esta visión surgió el “camino medio”. Al igual que este camino, la contemplación es un baile con los opuestos. La contemplación es una búsqueda, pero no una búsqueda intensa, sino más bien una apreciación del misterio, el contenido para disfrutar del viaje en sí mismo, tanto como de los avances a lo largo del camino. Este tipo de búsqueda implica la profunda aceptación de la perfección de todo tal y como es, por el solo hecho de ser. Es la experimentación mental, sensorial y emocional de lo que está sucediendo aquí y ahora, sin expectativa y sin juicio alguno.


La clave en la contemplación como técnica es tener un objeto o tema para contemplar. Necesitas un objeto con suficientes dimensiones para mantener tu práctica. Por ejemplo, yo trabajo con el miedo a la escasez o la pobreza, a la enfermedad o a la vejez. Teniendo ese miedo en mente y sintiendo su presencia, le sonrío, le doy la bienvenida y luego pongo toda mi atención en la contemplación de lo que sea que esté pasando y sintiendo en ese momento, sin evadir nada y sin buscar respuestas o ideas respecto a mi miedo. Simplemente, experimento con todos mis sentidos lo que está sucediendo junto con el miedo: el aire fresco acariciando mi rostro, la suave textura y el aroma de alguna flor, o el bullicio incesante de un día cualquiera. Y de pronto, cuando menos lo espero, emerge algún tesoro que se mantenía oculto bajo la densa capa de creencias, miedos y expectativas de mi ego, de mi identidad construida y aceptada. Es como si al poner mi atención total sólo en lo que pasa en el momento, después de haber observado, aceptado y sentido el miedo o preocupación en cuestión, se creara un espacio de consciencia donde el ego baja sus defensas, se aligera y entonces deja pasar la luz. 


Para algunos, la contemplación puede sonar como una palabra mental, y en un nivel lo es. Usamos nuestra mente para considerar los misterios de las dimensiones internas. Pero también usamos otros aspectos de nuestro ser al mismo tiempo. La contemplación es una travesía integral que involucra mente, corazón y cuerpo.