Sobre el significado del juego


El elemento de vida y de mayor aprendizaje del niño consiste en el juego. El niño o la niña ve cada encuentro con el mundo de una manera abierta, transformadora, o sea, de naturaleza lúdica. El juego es la forma más importante para que el niño conozca el mundo y practique a pertenecer a él. Dada esta importancia para el desarrollo del niño pequeño, es muy importante darle el mayor margen posible al juego durante la organización de su día.


El niño recibe el impulso elemental de jugar desde su poder de imitación. A través de esta fuerza, él o ella transforma todo lo que percibe en el mundo exterior en una forma de expresión personal, practicando, repitiendo, disfrutando y ejercitando el dominio de su cuerpo y de su entorno. Por tanto, el desarrollo del juego es de fundamental importancia en la primera infancia.


Algo muy especial se forma cuando el niño imita la actividad humana. Jugar significa para el niño estar activo, representar y procesar sus impresiones y, por lo tanto, necesita un entorno cuyo mobiliario y objetos de exploración y juego sean fáciles de manipular y que le proporcionen oportunidades para conquistar el mundo de forma lúdica. Los materiales naturales, sin formas determinadas que pueden transformarse por medio de la imaginación (por ejemplo, piedrecillas, troncos, telas, cordones, etc.), son una fuente inagotable de ideas para transformar.


La imitación directa de la actividad del adulto será posible gracias a la maleabilidad de estos objetos sencillos. Los niños no requieren de grandes cantidades de juguetes/objetos, sino que los que tengan sirvan cada uno para varios propósitos.


Cabe señalar una vez más que la persona que lo cuida, los padres, etc., son la fuente de inspiración para el juego del niño, pues él o ella estará observándoles mientras desarrollan su trabajo práctico, el cual se debe realizar con calma y alegría. Es increíble observar cómo el niño o la niña adopta de inmediato la pose, el movimiento y la actitud del adulto que imita. Recuerdo una vez estar haciendo fila para comprar tortillas, y observé que la señora que las estaba haciendo trajo a su pequeña niña. La niña, como de 4 años, estaba sentada en una sillita junto a su madre, y repetía a la perfección con las palmas de sus manos, en el aire, lejos del comal y la masa, los mismos movimientos rítmicos de su madre en cada paso de la elaboración de las tortillas. Fue fascinante observarla. Ella estaba entretenida, jugando, sin un solo objeto material, pero al realizar ese juego, estaba ejercitando su poder de imaginación y practicando ser grande.