El monitoreo tradicional ha sido una pieza fundamental en la gestión de TI durante décadas. Su principal función es detectar y alertar sobre problemas específicos en un sistema, como el uso excesivo de CPU o la falta de espacio en disco. Aunque es útil para mantener los sistemas operativos, tiene serias limitaciones en entornos tecnológicos modernos, donde las aplicaciones son distribuidas, dinámicas y están profundamente interconectadas.

Algunas características clave del monitoreo tradicional incluyen:

  1. Métricas predefinidas : El monitoreo se centra en un conjunto limitado de métricas establecidas de antemano, lo que significa que cualquier problema fuera de ese alcance puede pasar desapercibido.
  2. Alertas reactivas : Las alertas se disparan cuando se superan ciertos umbrales, lo que obliga a una respuesta reactiva después de que el problema ya ha afectado el sistema.
  3. Visión fragmentada : El monitoreo suele enfocarse en componentes individuales, como servidores o bases de datos, lo que limita la capacidad para ver el panorama completo del entorno de TI.


Por el contrario, la observabilidad avanzada ofrece una visión mucho más integral y proactiva:

  1. Datos dinámicos y contextualizados : La observabilidad recopila logs, métricas y trazas en tiempo real, proporcionando un contexto más amplio sobre el estado del sistema.
  2. Correlación en tiempo real : Permite correlacionar eventos y patrones en tiempo real, ayudando a identificar problemas complejos que podrían no ser evidentes en un monitoreo tradicional.
  3. Proactividad y predicción : En lugar de limitarse a reaccionar a problemas, la observabilidad avanzada permite predecir fallos antes de que ocurran, facilitando una respuesta proactiva.


Un informe de Forrester muestra que las empresas que adoptan la observabilidad avanzada reducen el tiempo de resolución de incidentes en un 40%, lo que resalta su valor en la gestión de entornos tecnológicos complejos y en constante cambio.