Mis intereses nunca se limitaron a un solo campo. La ciencia y Dios, lejos de ser mundos aparte, se entrelazaban en mi mente joven, creando el entramado rico y complejo de la realidad. La fascinación por las piedras y los fósiles me llevó a coleccionar y clasificar cada hallazgo, imaginando las historias milenarias que cada uno podría contar.
Esta diversidad de intereses reflejaba una comprensión instintiva de que la realidad es multifacética y que la verdad puede encontrarse en la confluencia de diferentes perspectivas. Mi mente, siempre abierta y ávida de conocimiento, buscaba respuestas no solo en el mundo tangible, sino también en aquellos aspectos de la existencia que se resisten a una explicación fácil.
En ocasiones, mi vida se vio marcada por momentos donde ciertas personas no creyeron en mí. Recuerdo a los 14 años cuando terminé mis estudios generales, que era cuando el colegio tomaba la decisión de si el alumno estaba preparado para seguir estudiando el bachiller o debía buscar trabajo por su falta de buenos resultados académicos. La comisión de estudios dictaminó que yo no era una alumna apropiada para seguir estudiando y que mejor me replanteara el futuro. En pocas palabras: no servía para estudiar. Esta decisión me desilusionó profundamente, porque aunque no hubiera obtenido buenas notas, mi creatividad y conocimiento en otras áreas era destacable.
En medio de la tristeza y la duda en mis propias capacidades, mi hermana salió en mi apoyo y aún recuerdo sus palabras: "Tú tienes que tener una carrera para tener un buen futuro y ser lo que tú quieras". Para mí, esas palabras me decían que mi hermana creía en mis capacidades y que yo demostraría que sí podía. Y así fue; años después estudié la carrera de Trabajo Social, al poco tiempo estudié la carrera de Comunicación Audiovisual y finalmente, la de Psicología. Tres carreras, una tras otra. Nunca olvidaré el apoyo de mi hermana que creyó en mí y en mis capacidades. Eso me sirvió, y me sigue sirviendo; a cualquier que me diga "no puedes", yo le demostraré el "sí puedo y voy a hacerlo". Cuanto alguien menos cree en mí, más aliento me da para continuar.