Mi camino hacia la sanación tomó un giro inesperado y profundamente transformador cuando me encontré con la espiritualidad y con la biodescodificación. Estas disciplinas ampliaron mi entendimiento sobre la enfermedad y el proceso de sanación, ofreciéndome además una nueva perspectiva sobre la vida misma, tejiendo juntas las hebras de lo físico y lo espiritual de una manera que nunca antes había considerado.
Mi educación tradicional había sido en el catolicismo, y siempre sentí una profunda conexión con Jesucristo. Había recurrido a él para pedirle ayuda o consuelo, ofrecerle mis labores o darle las gracias por todas las bendiciones con que me colmaba la vida. Pero en este nuevo capítulo de mi biografía se descorrieron velos de otros mundos. De ciertos pasajes bíblicos del Nuevo Testamento r ecibí gran riqueza y entendimiento. El libro La segunda venida de Cristo, de Paramahansa Y ogananda, me transformó por completo: cobró sentido y significado el hecho de que llevamos a Dios en nuestro interior. La Ka bbalah, con sus raíces profundas en la mística judía, se presentó como un vasto océano de sabiduría espiritual. L a física cuántica me explicaba la relación entre la energía y la materia de un modo revelador . Las más radicales líneas de pensamiento confluyeron para confirmar mis descubrimientos.
Fue la biodescodificación, sin embargo, la que proporcionó el eslabón perdido entre mi búsqueda espiritual y mi lucha contra el cáncer. Esta disciplina, que explora cómo los eventos emocionales traumáticos pueden manifestarse físicamente en el cuerpo, resonó conmigo como nada lo había hecho antes. El momento de revelación llegó cuando se hizo evidente la conexión directa entre un evento emocional traumático específico de mi pasado y mi diagnóstico de cáncer. Este “match” automático y revelador fue una epifanía, la pieza que faltaba en el rompecabezas de mi sanación. Por primera vez, se me ofreció una explicación que no solo tenía sentido lógico, sino que también resonaba en lo más profundo de mi ser. No era una teoría; era mi realidad, una que casaba perfectamente con las emociones y experiencias que había vivido.
La biodescodificación me dio el poder y la conciencia para enfrentar estos conflictos emocionales, para trabajar a través de ellos y encontrar la paz. Este proceso no fue fácil; requirió valentía para enfrentar verdades dolorosas y la disposición para cambiar patrones de pensamiento y comportamiento arraigados. Cada paso adelante en este viaje de autoconocimiento y sanación emocional me acercaba más a la verdadera libertad y bienestar.
La sanación verdadera va más allá de la ausencia de enfermedad física; es un estado de armonía y equilibrio entre nuestra esencia más profunda y la expresión de nuestra vida cotidiana.
Es un recordatorio de que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana, y que dentro de nosotros reside una fuerza y sabiduría capaces de superar cualquier desafío.