Mi viaje a través del cáncer hasta mi actual estado de remisión se convirtió en la semilla de un propósito mayor que gradualmente comenzó a germinar dentro de mí. Esta experiencia transformadora me reveló una pasión y un llamado que jamás había anticipado: el deseo profundo de compartir el conocimiento adquirido durante mi proceso de sanación y ayudar a otros a descubrir las causas subyacentes de sus enfermedades. Fue así como, casi sin darme cuenta, me vi transitando hacia el campo terapéutico, motivada por la convicción de que mi experiencia podría servir de faro para quienes navegaban por mares turbulentos de confusión y dolor.

Durante mi batalla contra el cáncer había aprendido sobre la importancia de la biodescodificación y la conexión mente-cuerpo, pero sobre todo acerca del poder curativo de la empatía, la escucha activa y el acompañamiento compasivo. Estas herramientas, que fueron cruciales en mi propia sanación, se convirtieron en la base sobre la que deseaba construir mi práctica terapéutica.

Inicialmente, mis incursiones en el mundo terapéutico fueron a través de prácticas informales. Amigos, conocidos y eventualmente desconocidos, comenzaron a acercarse a mí, atraídos por la autenticidad con la que contaba mi historia y las lecciones aprendidas en el camino. Estas primeras conversaciones, en las que compartía desde el corazón sin expectativas ni pretensiones, me mostraron el impacto que puede tener simplemente estar presente y ofrecer un espacio seguro para que otros exploren su propia vulnerabilidad.

Motivada por estas primeras experiencias y por la creciente certeza de que había encontrado mi verdadera vocación, decidí formalizar mi camino en el ámbito terapéutico. Aunque ya contaba con dos formaciones universitarias, la de Comunicación Audiovisual y la de Trabajo Social , sentí la necesidad de profundizar en el campo de la psicología clínica, especialmente en aquellas áreas que resonaban más fuertemente con mi experiencia y mi enfoque holístico de la sanación.

El proceso de profesionalización fue tanto un desafío como una confirmación de mi propósito. Cada curso, cada lectura y cada sesión de práctica me acercaban más a la comprensión de que la terapia, más allá de ser un conjunto de técnicas y teorías, es un arte que se nutre de la conexión humana, la empatía y el compromiso genuino con el bienestar del otro.

Me especialicé en la génesis del cáncer. Estudié literatura de Psicología, hice un Máster en Psicooncología y otro en Psicología de la investigación. Me considero muy científica, porque para mí la ciencia y la espiritualidad no están reñidas. Todo esto, que explora dimensiones más allá de la identidad individual para abarcar aspectos espirituales y trascendentales de la experiencia humana, resuena profundamente con mi convicción de que la sanación auténtica implica una integración de cuerpo, mente y espíritu.

Hoy, mi prác tica terapéutica se basa en este enfoque integrador, en el que combino las herramientas de la psicología tradicional con aquellas derivadas de mis estudios e investigación, de conocimiento, de ciencia y estudio en el campo de la biodescodificación . Mi objetivo es ayudar a mis pacientes no solo a aliviar sus síntomas, sino también a comprender las causas profundas de su malestar, a reconectar con su esencia y a descubrir su propio camino hacia la sanación y el bienestar integral.

En este viaje he aprendido que ser terapeuta es mucho más que aplicar técnicas; es ser testigo de la transformación de otros, es caminar a su lado en su búsqueda de sentido, y es, sobre todo, recordarles que dentro de cada uno reside un poder inmenso para trascender sus limitaciones y encontrar paz. Esta misión, que comenzó como una búsqueda personal de sanación, se ha convertido en el centro de mi vida, un propósito que me llena de gratitud y me inspira a seguir creciendo y aprendiendo cada día.

Cada experiencia, por dolorosa que sea, lleva en sí la semilla de una transformación profunda y significativa.

Para aquellos que se encuentran en medio de la tormenta, les ofrezco mi historia como prueba de que es posible encontrar un propósito incluso en los momentos más oscuros.