Capítulo 3: La perspectiva de la motivación



“Nuestro deseo no es más que el resultado de la segregación de neurotransmisores… y si tiene la suficiente intensidad, nos impulsa a tomar una decisión.” — L. Jiménez



Introducción conceptual


Este capítulo profundiza en el modelo central del libro: el ciclo de motivación. Jiménez lo presenta como una secuencia cerrada y autoalimentada que explica, con sorprendente claridad, por qué hacemos lo que hacemos. No se trata de una metáfora, sino de un proceso neurobiológico observable: deseo → decisión–ejecución → recompensa. Este ciclo se repite de forma continua y, con cada repetición, fortalece las conexiones neuronales que determinan nuestra conducta futura. Comprender este ciclo es comprender el núcleo mismo de la acción humana.

Desarrollo e interpretación


El ciclo comienza con un estímulo: interno (sensaciones fisiológicas, estados emocionales, recuerdos) o externo (imágenes, olores, palabras, contextos). Ese estímulo desencadena la liberación de dopamina, generando el deseo. Este deseo no es racional; es un impulso biológico que activa circuitos cerebrales orientados a la búsqueda.

1. Deseo


Es la fase inicial, donde la dopamina prepara al organismo para actuar. El deseo no busca placer; busca movimiento, anticipación. Es el motor que pone en marcha todo lo demás.

2. Decisión–ejecución


En esta fase se produce una interacción entre procesos rápidos, automáticos e instintivos y procesos lentos, racionales y deliberados. Jiménez compara esta interacción con “grupos de neuronas vibrando simultáneamente”, compitiendo y componiendo un “sonido final” que es la decisión. Aunque creemos decidir racionalmente, la evidencia demuestra que la mayoría de las decisiones se toman de forma automática, y que la razón llega después para justificar lo ocurrido.

3. Recompensa


Tras ejecutar la acción, el cerebro ofrece una respuesta placentera o de alivio: la recompensa. Esta no solo es un premio, sino un refuerzo. Consolida las rutas neuronales que se activaron durante el proceso, aumentando la probabilidad de que el ciclo se repita en el futuro.

El capítulo revela que este ciclo no es estático: se autoalimenta. Cada repetición fortalece el circuito, facilitando que el deseo surja con más rapidez ante estímulos similares. Así se construyen hábitos, aficiones, rutinas e incluso adicciones. No hay moral aquí, solo aprendizaje neuronal.

Jiménez también integra hallazgos sobre decisiones automáticas: muchas de nuestras acciones se originan antes de la conciencia. El cerebro actúa, y luego la mente consciente construye una historia para explicar lo ocurrido. Esta tendencia está estrechamente vinculada a la disonancia cognitiva: para reducir el malestar de actuar en contra de nuestras creencias, fabricamos justificaciones. Lejos de ser un defecto, es un mecanismo de supervivencia.

Los sesgos cognitivos también participan: tendemos a buscar explicaciones coherentes, a sobrevalorar nuestras decisiones reflexivas y a minimizar el papel de las emociones. Pero la realidad neurobiológica demuestra lo contrario: no actuamos como pensamos, sino como sentimos, aunque luego lo disfracemos de lógica.

Aplicación práctica


Reconocer el ciclo motivacional como estructura base del comportamiento.

Qué hacer (microacciones):

  1. Identificar qué estímulo inicia tu deseo en comportamientos tanto positivos como negativos.
  2. Observar tu respuesta de recompensa: ¿qué sensación concreta refuerza la acción?
  3. Construir nuevas asociaciones de deseo con señales externas favorables (por ejemplo, preparar el entorno la noche anterior).
  4. Debilitar recompensas automáticas que sostienen hábitos indeseados.

Herramienta / hook: Mapa del ciclo: dibujar el ciclo deseo → acción → recompensa para una conducta concreta.

Resultado esperado: Comprender cómo tus hábitos se forman y cómo puedes reconfigurarlos.

Beneficio: Mayor capacidad para intervenir en el origen del comportamiento, reduciendo la resistencia interna y aumentando la acción consciente.

Reflexión


La gran enseñanza de este capítulo es sencilla y revolucionaria: la motivación no nace del razonamiento, sino del deseo; y el deseo no es una elección, sino un proceso biológico. Al comprender este ciclo, dejamos de culparnos por no ser “más disciplinados” y comenzamos a trabajar con la estructura real de nuestra mente. La fuerza no está en resistir, sino en redirigir. La libertad no surge de imponernos deberes, sino de comprender cómo sentimos, por qué actuamos y cómo podemos crear un entorno y un sistema emocional que alimente los comportamientos que queremos sostener.