Capítulo 1 — La vida como escenario organizacional



Introducción conceptual


El siglo XXI ha instalado un clima emocional marcado por la incertidumbre. Crisis políticas, económicas y sociales, así como transformaciones tecnológicas aceleradas, generan en trabajadores y organizaciones la sensación permanente de no tener piso firme. Esta inestabilidad —señala el autor— no es una anomalía: es la condición estructural de nuestra época. Frente a ello, las empresas tienen dos caminos: operar desde el miedo o reconstruirse desde una mirada más humana, capaz de integrar vulnerabilidad, sentido y cuidado. Resiliencia organizacional propone esta segunda vía: revisar el modo en que vivimos y trabajamos, para crear culturas capaces de sostenerse y transformarse.


Desarrollo e interpretación


La sociedad de la incertidumbre


El libro parte del reconocimiento de un fenómeno global: la imposibilidad de controlar todas las variables del entorno. El autor cita episodios personales y académicos donde la incertidumbre no es solo un concepto, sino una experiencia palpable que afecta decisiones, relaciones y estados emocionales. Las personas —y por extensión las organizaciones— oscilan entre esperanza y temor, generando comportamientos defensivos, rigidez estructural y agotamiento. La resiliencia surge entonces como una competencia necesaria para navegar contextos donde la certeza dejó de ser la norma.

Creencias no examinadas sobre el mundo laboral


Un aporte fundamental del capítulo es la crítica a lo que el autor llama “presupuestos no examinados”: ideas asumidas que estructuran la vida laboral sin que nadie las cuestione. Entre ellas destaca:

  1. que al trabajo se va solo a ejecutar funciones técnicas,
  2. que lo emocional no pertenece al entorno profesional,
  3. que los problemas humanos son asuntos privados, no organizacionales. Estas creencias —aparentemente funcionales— han generado culturas fragmentadas donde se excluyen dimensiones esenciales del ser humano. El autor invita a reemplazar el “así son las cosas” por preguntas más conscientes que permitan evolucionar hacia modelos integrales de trabajo.
El trabajo como espacio emocional, ético y espiritual

Véliz insiste en que el trabajo nunca ha sido exclusivamente técnico. Es un espacio donde se activan emociones, valores, vínculos, expectativas y sentido. Las empresas, al ignorar estas dimensiones, producen trabajadores desconectados, fatigados o resignados. El capítulo defiende la necesidad de comprender la organización como un ecosistema vivo, donde conviven identidad, ética, aspiraciones, creatividad y fragilidad humana. Incorporar esta mirada transforma el liderazgo, la comunicación y la toma de decisiones, abriendo paso a culturas más conscientes, apreciativas y cohesionadas.

Aplicación práctica (Playbook)


Reconocer que la vida humana —emocional, relacional, espiritual— atraviesa inevitablemente la vida laboral. El trabajo no es solo un rol: es un espacio vital donde se experimenta sentido, desgaste, crecimiento y pertenencia.

Qué hacer (microacciones)

  1. Instalar conversaciones de sentido: preguntar a los equipos qué necesitan para trabajar mejor, qué les preocupa y qué esperan de la organización.
  2. Cuestionar supuestos heredados: revisar prácticas basadas en “siempre se ha hecho así”.
  3. Observar la cultura emocional real: identificar miedos, silencios, tensiones y rituales no declarados.
  4. Reconocer vulnerabilidades: permitir que líderes y equipos expresen inquietudes sin ser juzgados.
  5. Promover espacios de pausa y reflexión: breves instancias donde las personas puedan procesar lo que viven.

Herramienta / hook

“Mapa de supuestos invisibles”

  1. Listar creencias que dominan la vida laboral.
  2. Evaluar si son verdaderas, útiles o dañinas.
  3. Diseñar alternativas más humanas y coherentes con el propósito organizacional.

Resultado esperado

Una organización que reconoce la complejidad humana, cuestiona sus automatismos y crea culturas de mayor conciencia y cohesión.

Beneficio

Mayor bienestar, comunicación más honesta, liderazgo más humano y una base emocional que permite enfrentar la incertidumbre con fortaleza colectiva.

Reflexión final


Repensar el trabajo desde la vida —y no al revés— es el primer paso para construir organizaciones resilientes. Cuando la empresa reconoce su propia fragilidad y la de quienes la componen, deja de operar desde el control y adopta una mirada más humana, ética y transformadora. En esa apertura surge un nuevo modo de vivir el trabajo: uno que permite resistir, reinventarse y avanzar con más sentido.