Capítulo IV — Tercer acuerdo: No hagas suposiciones



“El problema de las suposiciones es que creemos que son verdad.” — Miguel Ruiz

Introducción conceptual


El tercer acuerdo invita a observar una de las fuentes más silenciosas y universales del sufrimiento humano: las suposiciones. La mente, incapaz de tolerar la incertidumbre, inventa historias para llenar vacíos de información. Estas historias casi nunca son ciertas, pero las tratamos como si lo fueran y reaccionamos emocionalmente ante ellas.No hacer suposiciones es practicar la claridad radical: atrevernos a preguntar, verificar y comunicar con precisión para evitar que la imaginación genere conflictos, miedos y malentendidos que jamás debieron existir.


Desarrollo e interpretación


La mente como generadora de historias irreales


Ruiz explica que la mente funciona como una fábrica inagotable de interpretaciones. Si alguien guarda silencio, la mente inventa motivos; si alguien cambia el tono, la mente crea explicaciones; si alguien se aleja, la mente llena ese espacio con hipótesis, muchas veces dolorosas. Estas historias no solo son irreales, sino que alimentan emociones intensas —enojo, tristeza, culpa, ansiedad— basadas en situaciones que no han ocurrido. De esta forma, la suposición se convierte en un “sueño dentro del sueño”.

Comunicación rota y relaciones dañadas


La ausencia de claridad es una de las principales causas de conflictos. En lugar de preguntar, asumimos lo que otros piensan, sienten o quieren. Y luego reaccionamos a esa suposición como si fuera verdad.Esto desgasta relaciones, rompe vínculos y crea heridas innecesarias. Muchas discusiones nacen no de hechos reales, sino de interpretaciones imaginadas que nadie se tomó el tiempo de aclarar.

El miedo a preguntar


La razón por la que la mayoría no pide claridad es el miedo:

  1. miedo a parecer tonto,
  2. miedo a ser rechazado,
  3. miedo a incomodar,
  4. miedo a escuchar una verdad dolorosa.

El tercer acuerdo nos invita a atravesar ese miedo y elegir la verdad sobre la fantasía. Preguntar no debilita: libera.

Aplicación práctica


Consiste en dejar de adivinar las intenciones ajenas y reemplazar ese hábito por una comunicación directa, específica y consciente. La claridad no es agresividad; es responsabilidad emocional.

Qué hacer: preguntar, aclarar, validar

  1. Si algo te genera duda, pregunta.
  2. Si un gesto te confunde, pide explicación.
  3. Si una palabra te hiere, verifica intención.
  4. Si tu mente crea una historia, detenla y valida hechos.
  5. Si asumes algo, exprésalo abiertamente para comprobarlo.

La clave es reemplazar la interpretación automática por conversación consciente.

Herramienta (Playbook): método de comunicación impecable

Objetivo: crear conversaciones que eviten interpretaciones falsas y favorezcan la verdad.

Paso 1 — Declara tu intención: “Quiero entender mejor…”

Paso 2 — Expón el hecho, no la historia: describe lo que viste u oíste sin añadir interpretación.

Paso 3 — Pregunta con precisión: “¿Esto significa…?”, “¿Es correcto que…?”

Paso 4 — Escucha sin defenderte: busca comprender, no tener razón.

Paso 5 — Valida lo acordado: confirma que ambos entendieron lo mismo antes de cerrar la conversación.

Resultado esperado

La eliminación de conflictos que antes parecían inevitables. La mente deja de crear historias catastróficas y se establece un clima de comunicación más transparente y sereno.

Beneficio

Relaciones más sanas, honestas y estables. Al desaparecer las suposiciones, surge la confianza real, la comprensión mutua y la conexión auténtica. Las relaciones se liberan del peso de expectativas irreales y se vuelven más humanas.

Reflexión final


No hacer suposiciones es un acto de valentía: implica elegir la verdad por encima del miedo. A través de la claridad, se disuelven fantasmas mentales y se revela la simplicidad de la vida tal como es. Este acuerdo nos recuerda que la transparencia crea libertad y que la comunicación consciente es una forma profunda de amor.