“Frente al estrés, todos reaccionamos; la diferencia está en si seguimos reaccionando de forma automática o aprendemos a responder con conciencia.” — Géraldine de Radigues
Cuando el estrés se activa y el cerebro entra en modo supervivencia, la conducta humana tiende a organizarse alrededor de tres respuestas primarias. Estas reacciones no son fallas de carácter ni defectos profesionales: son estrategias automáticas de protección heredadas del mundo animal.
La autora subraya que el problema no es tener estas reacciones, sino quedar atrapados en ellas sin darnos cuenta. En el entorno laboral, estos patrones se repiten día tras día, afectando la comunicación, la toma de decisiones y la calidad de los vínculos. Comprenderlos es un paso decisivo para salir del automatismo.
La huida es la reacción que busca alejarse del peligro percibido. En el trabajo, rara vez implica salir corriendo físicamente; se manifiesta de formas más sutiles:
Esta reacción ofrece un alivio inmediato, pero tiene un costo elevado: los problemas no desaparecen, se acumulan. La huida debilita la confianza personal y profesional, y refuerza la creencia de que no somos capaces de afrontar ciertas situaciones.
La lucha aparece cuando el individuo decide imponerse al peligro. En el contexto laboral, se expresa como:
Aunque puede dar una sensación momentánea de poder, la lucha suele deteriorar las relaciones y generar climas tensos. La persona se mantiene en alerta constante, agotando su energía y reforzando conflictos que podrían resolverse desde un lugar más consciente.
La inercia es la reacción más silenciosa y, a menudo, la más incomprendida. Frente al estrés, el individuo se queda inmóvil, incapaz de reaccionar:
En el trabajo, la inercia puede confundirse con calma o indiferencia, cuando en realidad es un estado de sobrecarga interna. A largo plazo, conduce a la pérdida de autoestima, sentido y compromiso.
Cada persona tiende a privilegiar una de estas reacciones, aunque puede alternar entre ellas según la situación. La autora invita a observarse con honestidad:
Reconocer el patrón dominante no es para juzgarse, sino para recuperar margen de elección. Solo aquello que se hace consciente puede transformarse.
Cuando estas reacciones gobiernan la vida profesional, las consecuencias son claras:
El estrés deja de ser un indicador y se convierte en un modo de funcionamiento crónico.
Las reacciones de huida, lucha e inercia son respuestas automáticas de supervivencia que buscan proteger al individuo frente a una amenaza percibida.
Mapa de reacciones: durante una semana, registrar situaciones estresantes y anotar si la respuesta fue huida, lucha o inercia. La repetición revela el patrón.
Mayor conciencia conductual y reducción de reacciones automáticas repetidas.
Capacidad de responder de forma más equilibrada, mejorando relaciones y desempeño profesional.
Las tres reacciones automáticas no definen quiénes somos, solo muestran cómo aprendimos a protegernos. Cuando las reconocemos, dejan de dirigirnos en la sombra y se convierten en señales que nos guían hacia una forma más consciente, libre y creativa de actuar en el trabajo.