“Hoy, la seguridad ya no proviene de las estructuras externas, sino del equilibrio interior de cada persona.” — Géraldine de Radigues
El estrés laboral no puede comprenderse únicamente desde la experiencia individual. La autora amplía la mirada y sitúa el fenómeno dentro de un contexto social y organizacional profundamente transformado. La empresa moderna se desarrolla en un entorno cambiante, exigente e incierto, donde la presión ya no es un episodio puntual, sino una condición permanente.
Este capítulo muestra que el estrés no es solo una fragilidad personal, sino el resultado de sistemas que demandan adaptación constante sin siempre ofrecer contención, sentido o estabilidad.
La autora describe cómo las transformaciones sociales de las últimas décadas han intensificado la presión en el mundo del trabajo. Antes, las trayectorias profesionales eran más lineales y previsibles; hoy, están marcadas por cambios frecuentes, evaluaciones continuas y expectativas elevadas.
La presión profesional se alimenta de múltiples factores: necesidad de resultados inmediatos, competencia constante, comparación entre colegas y una cultura que asocia valor personal con desempeño. En este contexto, el estrés se normaliza y se invisibiliza, convirtiéndose en parte del paisaje cotidiano.
La empresa moderna exige aprender de forma continua, adaptarse rápidamente y mantenerse siempre actualizado. Si bien este dinamismo puede ser estimulante, también genera inseguridad cuando no se acompaña de tiempo, reconocimiento y apoyo.
La autora señala que muchas personas viven con la sensación de no estar nunca suficientemente preparadas. El ritmo acelerado deja poco espacio para integrar aprendizajes, descansar o consolidar competencias. El resultado es una tensión constante que erosiona la confianza y alimenta el estrés crónico.
En el pasado, la estabilidad provenía de estructuras externas claras: una empresa, una profesión, una jerarquía definida. Hoy, estas referencias se han debilitado. Las organizaciones cambian, los puestos se transforman y la seguridad laboral es frágil.
Ante esta pérdida de referencias, la autora afirma que el equilibrio ya no puede buscarse únicamente fuera. La estabilidad debe construirse desde el interior: claridad de valores, límites personales y capacidad de autorregulación emocional. Sin este anclaje interno, la persona queda a merced de la presión externa.
El estrés laboral no es solo un problema individual, sino un desafío colectivo. Afecta la salud de las personas, pero también la calidad de las relaciones, la colaboración y la creatividad dentro de las organizaciones.
La autora invita a reconocer que una empresa sostenible no puede basarse únicamente en la presión. Necesita espacios de diálogo, confianza y reconocimiento. Cuando el estrés no se gestiona, se traduce en ausentismo, desgaste emocional, conflictos y pérdida de sentido.
El estrés en la empresa moderna surge de la interacción entre exigencias organizacionales elevadas y la necesidad humana de seguridad, sentido y reconocimiento.
Mapa de presiones: listar presiones externas y recursos internos disponibles para afrontarlas. Identificar desequilibrios.
Mayor comprensión del origen contextual del estrés y reducción de la autoexigencia excesiva.
Capacidad de sostener el desempeño sin sacrificar bienestar, fortaleciendo la resiliencia personal y organizacional.
Comprender el estrés en la empresa moderna permite dejar de vivirlo como un fracaso personal. Cuando se reconoce su dimensión social y organizacional, aparece la posibilidad de construir entornos más humanos y personas más equilibradas. El verdadero desafío no es eliminar la presión, sino aprender a sostenerla sin perder el centro.