“Cuando dejamos de reaccionar desde el miedo, aparece un espacio donde la creatividad puede emerger.” — Géraldine de Radigues
Este capítulo marca un punto de inflexión en el recorrido del libro. Hasta aquí, la autora ha mostrado cómo el estrés activa mecanismos de supervivencia que limitan la percepción y empobrecen la respuesta. Ahora propone un cambio esencial: pasar del modo supervivencia al modo creativo. No se trata de eliminar el estrés, sino de aprender a atravesarlo con mayor conciencia para recuperar la capacidad de elegir.
La creatividad, en este enfoque, no se reduce a la innovación artística. Es la capacidad humana de adaptarse con inteligencia, encontrar nuevas respuestas y actuar en coherencia con los propios valores, incluso bajo presión.
Reaccionar es actuar de manera automática, impulsiva y defensiva. Ocurre cuando el cerebro primitivo toma el control y empuja a huir, luchar o paralizarse. En la reacción no hay elección: el cuerpo responde antes que la conciencia.
Responder, en cambio, implica introducir una pausa consciente entre el estímulo y la acción. Esa pausa permite observar la situación, reconocer la emoción y elegir una conducta alineada con lo que realmente importa. Responder no significa evitar el conflicto, sino enfrentarlo desde la lucidez y no desde el miedo.
La diferencia es sutil, pero decisiva: la reacción nos encierra; la respuesta nos abre posibilidades.
El estrés sostenido reduce el campo perceptivo. Bajo presión, el pensamiento se vuelve rígido, repetitivo y orientado al corto plazo. La persona busca soluciones rápidas, conocidas y seguras, incluso cuando ya no funcionan.
La autora explica que, en modo supervivencia, la creatividad se bloquea porque el cerebro prioriza la protección. Se pierde la capacidad de ver alternativas, de escuchar otras perspectivas y de integrar información compleja. Las decisiones se toman para aliviar la tensión inmediata, no para construir soluciones duraderas.
Salir de este estado permite recuperar la flexibilidad mental, condición indispensable para una toma de decisiones más justa y eficaz.
El paso hacia la creatividad comienza con la presencia: estar realmente en la situación, en lugar de reaccionar a recuerdos del pasado o miedos anticipados del futuro. La autora subraya que la claridad no surge de pensar más rápido, sino de pensar mejor.
Cuando la persona se permite sentir sin huir, observar sin juzgar y pausar antes de actuar, recupera coherencia interna. Las decisiones dejan de ser contradictorias y empiezan a reflejar valores, límites y prioridades reales. Esta coherencia reduce el desgaste emocional y fortalece la confianza personal.
Desde esta mirada, el estrés deja de ser un obstáculo y se convierte en una puerta de acceso. Cada situación estresante señala un punto donde es posible crecer, redefinir límites o explorar una forma distinta de actuar.
El libro invita a preguntarse, frente al estrés:
Cuando estas preguntas reemplazan a la reacción automática, el estrés se transforma en un motor de evolución personal y profesional.
El paso de la supervivencia a la creatividad consiste en recuperar la capacidad de elegir respuestas conscientes, flexibles y alineadas con los propios valores, incluso en contextos de presión.
La pregunta creativa: ante una situación estresante, preguntarse “¿qué respuesta ampliaría mis opciones en lugar de reducirlas?”.
Mayor claridad mental, flexibilidad en la toma de decisiones y reducción del desgaste emocional.
Capacidad de transformar la presión en aprendizaje, mejorando la calidad del desempeño y el bienestar personal.
La creatividad no aparece cuando todo está bajo control, sino cuando aprendemos a habitar la incertidumbre sin miedo. Al dejar atrás la reacción automática y elegir responder con conciencia, el estrés deja de ser un límite y se convierte en un umbral hacia nuevas posibilidades de acción, sentido y crecimiento.