“No se puede razonar con alguien que está en modo supervivencia; primero hay que ayudarle a salir de él.” — Géraldine de Radigues
El estrés no es una experiencia aislada. En el entorno laboral, afecta a equipos completos y pone a prueba la calidad de las relaciones. Este capítulo aborda un desafío frecuente y delicado: cómo convivir con personas estresadas sin amplificar el conflicto ni sacrificar el propio equilibrio.
La autora propone una mirada empática y estratégica. Comprender el funcionamiento del estrés en el otro permite dejar de personalizar reacciones y abrir espacios de diálogo más humanos y eficaces.
El primer paso para una convivencia saludable es reconocer las señales de estrés en los otros. Estas pueden manifestarse como:
Entender que estas conductas suelen ser expresiones de un estado de supervivencia ayuda a no interpretarlas como ataques personales. Reconocer el estrés no es justificarlo, sino contextualizarlo.
La autora es clara en este punto: hay respuestas bienintencionadas que empeoran la situación. Entre las más comunes:
Estas reacciones aumentan la sensación de amenaza y refuerzan el modo supervivencia del otro.
Una vez que el momento de máxima tensión ha pasado, es posible abrir un espacio de comunicación más constructivo. La autora propone una comunicación basada en hechos y experiencias personales, no en juicios.
Esto implica:
Este tipo de comunicación reduce defensas y facilita que el otro tome conciencia de su impacto sin sentirse atacado.
El objetivo final no es señalar al otro, sino construir soluciones conjuntas. Cuando el estrés se aborda desde la cooperación, se fortalece la confianza y se previenen futuros conflictos.
La autora destaca que reconocer que todos atravesamos momentos de estrés genera un clima de comprensión mutua. Desde allí, es posible acordar nuevas formas de actuar ante situaciones similares, anticipando apoyos y límites claros.
Convivir con personas estresadas implica comprender su estado emocional y responder de forma consciente, sin alimentar el conflicto.
Conversación en frío: elegir un momento de calma para hablar del episodio estresante, enfocándose en soluciones y no en culpables.
Reducción de conflictos y mejora del clima relacional.
Relaciones laborales más sanas, basadas en la confianza, la comprensión y la corresponsabilidad.
Convivir con el estrés ajeno es un aprendizaje relacional. Cuando dejamos de reaccionar y empezamos a comprender, transformamos el conflicto en una oportunidad de crecimiento colectivo. La calidad de nuestras relaciones laborales depende, en gran parte, de cómo gestionamos el estrés propio y el de los demás.